La idea de hacer un escrache a Mónica Belucci es para pensarla. Yo se lo haría también a Brad Pitt e incluso, ya puestos, al Papa Francisco… Fuera tonterías, la polémica del escrache es algo demasiado serio como para tomárselo a guasa. Es posible que en algunos casos se haya sobrepasado alguna línea roja (como tanto gusta decir a los políticos y a los medios últimamente) rozando quizás el acoso, pero hay que reconocer que ante la falta de otras alternativas efectivas, no queda otra que ejercer de cobradores del frac en la cuestión de los desahucios y dada la desvirtuación de la iniciativa popular de Ley Hipotecaria.
Habemus Papam Francisco, pero ¿habemus cambio?
Habemus Papam, no solo las gentes de creencia cristiana católica sino también las no creyentes, ateas, y de religión musulmana, judía u otras distintas. Todos y todas nos hemos enterado sobradamente gracias a los medios de comunicación de medio mundo que se han hecho eco de la noticia. No es para menos ya que es un tema que incumbe e importa a más de 1.700 millones de personas. La fumata blanca ha sido más esperada, no tanto por conocer quién iba a ser el sustituto de Benedicto XVI, sino por saber cuál iba a ser el futuro de la iglesia, envuelta en conflictos y corruptelas. Pero finalmente se ha elegido un papa no esperado: Jorge Mario Bergoglio, un jesuita argentino de vida austera y volcada en la crítica de las desigualdades sociales de su país. ¿Un nuevo Juan XXIII?
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