La idea de hacer un escrache a Mónica Belucci es para pensarla. Yo se lo haría también a Brad Pitt e incluso, ya puestos, al Papa Francisco… Fuera tonterías, la polémica del escrache es algo demasiado serio como para tomárselo a guasa. Es posible que en algunos casos se haya sobrepasado alguna línea roja (como tanto gusta decir a los políticos y a los medios últimamente) rozando quizás el acoso, pero hay que reconocer que ante la falta de otras alternativas efectivas, no queda otra que ejercer de cobradores del frac en la cuestión de los desahucios y dada la desvirtuación de la iniciativa popular de Ley Hipotecaria.